30 de octubre de 2009:Miguel Hernández. Ay, Miguel Hernández.
Hoy cumpliría 99 años. Por ello, y porque es de las primeras cosas que se nos ocurren hacer de este jaez, y porque el próximo año hará 100 desde que nació, y porque queremos dejar colgado para siempre este escrito, al que podréis añadir lo que se os ocurra, y porque nos da la gana, porque pensamos, no ya sólo que Miguel Hernández es digno de mil y un homenajes y
reivindicaciones, sino también que merecemos conocerlo, hemos decidido escribir y dejar esto abierto para que siga creciendo y haciéndonos crecer.
Bien sabemos que hay mucho dicho. Hay miles de escritos biográficos, bibliografía a porrillo. Así que no es información la que proporcionaremos.
Queremos decir cosas sin exhaustividad, entre otras, porque suficientes se dicen en muchos libros y en los enlaces que ponemos ahí al lado. Sólo queremos, interpretando informaciones, decir lo que creemos acerca de este hombre.
Creemos que, aparte de lo escrito doctamente, no está de más lanzar nuestras cosas. La obra de Miguel es lo que hace, definitivamente, que valoremos su figura. Eso es completamente cierto. Pero también lo es que, además de sus facultades innatas, lo que vivió y, sobre todo, cómo lo vivió, tiene mucho que ver con el resultado final, su legado literario. Es decir, como todos, Miguel no sólo era su genotipo, sino también su fenotipo.
Hemos querido expresar lo que sentimos y lo que pensamos. Además, pondremos alguno de sus poemas. Quien quiera puede hacer comentarios acerca de lo que decimos, o acerca de la poesía de Miguel Hernández, o de un poema que le haya gustado especialmente y quiera decir por qué, o lo que le hace sentir. En fin, todo vale.
Ya dejamos los preámbulos, que no queremos cansar.
Nos basamos en lo mucho que hay escrito, así que nos costaría agradecer a cada una de las personas su trabajo, y nos olvidaríamos de más de una si lo intentáramos. Así que no nombramos a ninguna, pero se lo agradecemos a todas.
De Miguel Hernández se suele decir que su cuna fue un infortunio, dado que siempre fue “alumno de bolsillo pobre”, como decía su condiscípulo José Marín -que utilizó como seudónimo el anagrama de su nombre, Ramón Sijé- (
“De humilde origen campesino, recibió una escasa instrucción en el colegio jesuita de Santo Domingo, que abandona muy pronto para dedicarse a cuidar el rebaño de cabras de su padre”)
. No decimos que no, pero tampoco que sí. No puede lanzarse, creemos, semejante aserto de manera tan ligera pues no nos es dado comprobarlo. Estamos de acuerdo en que, de haber sido más holgada su situación económica, habría tenido más posibilidades de acceder a una educación o cultura académica mayor. Pero no creemos que eso garantizara mayor fortuna en lo vital, en lo esencial, en lo creativo. Por otra parte, tengamos en cuenta que su padre trataba en ganado lanar, criando pequeños hatos de cabras y ovejas para vender y comprar, vendiendo también la leche que producía, en un negocio de poca monta y sostenido con personal esfuerzo. Si intentamos ponernos en la piel del padre, en aquellas situación y época, y en aquel lugar, llegamos a la conclusión de que no deja de ser un fastidio que te salga un hijo con vocación artística, poeta para más INRI. En una sociedad clasista y discriminatoria en la que la cultura es un lujo, en un medio rural con un ínfimo nivel educativo, lo chocante hubiera sido que admitiese de buen grado un hijo poeta. Y, sin embargo, Miguel asistió al colegio hasta los catorce años, lo que no deja de extrañar, pues, en aquella época, en un medio agrario y en familia de pocos recursos, era excepcional. Ni siquiera la ley de enseñanza obligatoria marcaba entonces esa edad, y ha sido siempre una ley incumplida, sobre todo en el campo y en los barrios suburbanos. Pensamos que es más justo decir que los padres de Miguel, dadas sus circunstancias y su ambiente, no hicieron poco y que disfrutó de mayor escolaridad que la inmensa mayoría de los hijos de pastores y campesinos de la España de 1920.
La escasa o truncada enseñanza escolar fue reemplazada por algunas de las características de la personalidad de Miguel: talento natural; constancia vocacional por las letras; decisión superadora; sensibilidad ante todo lo que le rodea, que provoca que todo le afecte, para, una vez procesado y transformado en poesía, la haga útil derramándola al lector. Y, por supuesto, su extraordinaria inteligencia: no hay ingenios legos, y Miguel, desde luego, no lo fue. Merced a todo ello, su obra nos deja ver de manera palmaria su preparación en diversas direcciones y un profundo conocimiento del idioma. Además, conocía el francés y, en la cárcel, cuando murió, estaba estudiando inglés. Su atención a la tarea correctora, reveladora de meditados repasos del poema, no se corresponde con una imagen rústica, de improvisador arrastrado por facilidad irreflexiva. Y queremos resaltar que todo este trabajo formativo y creacional hubo de realizarlo, siempre, con incomodidades y sin sosiego. Los primeros años, en la casa familiar, de pocas condiciones, y en el campo. Luego, en pensiones y casas de huéspedes modestísimas. Más tarde en los acuartelamientos y trincheras o en rápidas estancias en retaguardia. Por último, en sucesivas cárceles, donde bien es sabido que “toda incomodidad tiene su asiento”.
En poco tiempo Miguel recorrió mucho camino. Hay que tener presente que su primer viaje a Madrid lo hizo cuando apenas tenía 21 años. Que fue capaz de producir tan vasto –y excelente y soberbio- legado, en las condiciones precarias en las que se desenvolvió toda su vida, cuando aún no había cumplido los 32. Fue el miembro más joven de la Generación del 27, el "genial epígono del grupo" en palabras de Dámaso Alonso. Su obra actúa como eslabón entre la Generación del 27 y los poetas de posguerra, sobre los que ejercerá una decisiva influencia.Y resumimos la obra de Miguel en cuatro fases o épocas, con otras tantas obras señeras, exponente de cada una:
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Perito en lunas, que unos dicen que se publicó en 1934 y otros, por ejemplo, Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia, en 1933. Está formado por 42 octavas reales que describen los objetos cotidianos y humildes de forma hermética, gongorina, aunque en otros poemas de la misma época se vislumbra una mayor soltura verbal y el incipiente compromiso con la causa de los desheredados.
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El rayo que no cesa, escrito entre 1934 y 1935. En él, la vida, la muerte y el amor (usado éste como hilo conductor) son los ejes sobre los que se apoya la obra, cenital y deslumbrante según dicen muchos, formada por sonetos en su mayor parte. Está centrada en un mundo poético propio, sacudido por una intuición trágica. Destaca en este libro, al menos por lo conocida, la Elegía a Ramón Sijé, que está escrita en tercetos encadenados y es considerada como uno de los poemas más importantes de la lírica española de todos los tiempos.Entre 1935 y 1936 escribe piezas tan significativas como “Vecino de la muerte” y “Sino sangriento” en las que se observa la relación con el surrealismo. En otras, como “Sonreídme” y “Alba de hachas”, ya aparece una conciencia social.
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El hombre acecha, escrito durante la Guerra Civil, entre 1937 y 1939. Se pone de manifiesto en esta obra su visión trágica de la contienda fratricida. En esa época se dice que cultivó la llamada poesía de guerra, porque todos los periódicos y revistas de los frentes y de la retaguardia publican poemas suyos como banderas de poesía y de entusiasmo. Así nace Viento del pueblo, cuyo contenido no es correcto calificarlo como poesía de circunstancias, pues en realidad responde al encuentro del poeta consigo mismo, superando una etapa de aprendizaje retórico. Él mismo dice en qué consiste su entrada a la violenta, entusiasta y combativa poesía de Viento del pueblo. Considera que “había escrito versos y dramas de exaltación del trabajo y de condenación del burgués, pero el empujón definitivo que me arrastró a esgrimir mi poesía en forma de arma me lo dieron aquel iluminado 18 de julio. Intuí, sentí venir contra mi vida, como un gran aire, la gran tragedia, la tremenda experiencia poética que se avecinaba, y me metí, pueblo adentro, más hondo de lo que estoy metido desde que me parieran, dispuesto a defenderlo firmemente”. Entretengámonos, porque nos parece que ilustra lo que venimos diciendo, leyendo lo que dedica en Viento del pueblo a Vicente Aleixandre:
Vicente: A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido. Ante la sombra de dos poetas nos levantamos otros dos, y ante la nuestra se levantarán otros dos mañana. Nuestro cimiento será siempre el mismo: la tierra. Nuestro destino es parar en las manos del pueblo. Sólo esas honradas manos pueden contener lo que la sangre honrada del poeta derrama vibrante. Aquel que se atreve a manchar esas manos, aquellos que se atreven a deshonrar esa sangre, son los traidores asesinos del pueblo y la poesía, y nadie los lavará: en su misma suciedad quedarán cegados.Tu voz y la mía irrumpen del mismo venero. Lo que echo de menos en mi guitarra lo hallo en la tuya. Pablo Neruda y tú me habéis dado imborrables pruebas de poesía, y el pueblo, hacia el que tiendo todas mis raíces, alimenta y ensancha mis ansias y mis cuerdas con el soplo cálido de sus movimientos nobles.Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Hoy, este hoy de pasión, de vida, de muerte, nos empuja de un imponente modo a ti, a mí, a varios, hacia el pueblo. El pueblo espera a los poetas con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo.
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Cancionero y romancero de ausencias, escrito entre 1938 y 1941. El 9 de marzo de 1937 contrae matrimonio con Josefina, y aquel verano escribe la “Canción del esposo soldado”. El 19 de diciembre nace su primer hijo, al que llama Manuel Ramón. El niño muere en octubre de 1938, antes de cumplir un año. Y escribió:
Corazón que en el tamañode un día se abre y se cierra.La flor nunca cumple un añoy lo cumple bajo la tierra.Seguramente sea entonces cuando comienza a escribir los primeros poemas que pasarán al
Cancionero y Romancero de Ausencias. En él usó formas tradicionales de la poesía castellana para expresar con un estilo conciso y sencillo su hondo pesar por la separación de su mujer e hijo y la angustia que vivía por la devastación de la guerra. Por las cárceles, entre su pequeño ajuar –ligero de equipaje, como Machado- va un rimero de cuartillas emborronadas a lápiz, con letra menuda y renglones muchas veces superpuestos (y aún hay quien dice que Miguel era un improvisador irreflexivo). “No quiero perder estos originales –escribe a Josefina- que son el fruto de casi dos años de trabajo y el pan de mañana vuestro”. Sus únicas riquezas (“alumno de bolsillo pobre”), la sola herencia para los suyos son esos trozos de papel, con borrosos renglones a lápiz, que van formando poco a poco uno de los más hermosos y conmovedores libros de amor de todos los tiempos.